Estos son 4 fascinantes y antiguos templos de ferrocarril que hoy brillan en el mundo como hoteles de lujo
Antiguas estaciones ferroviarias del siglo XIX y XX resucitan como hoteles de lujo. Entre restauraciones millonarias y un renovado espíritu viajero, estos edificios recuperan su esplendor combinando historia, arquitectura monumental y el confort moderno.

Durante el auge ferroviario de fines del siglo XIX y principios del XX, ciudades de todo el mundo levantaron estaciones monumentales: techos abovedados, murales gigantes y detalles dorados que buscaban deslumbrar al viajero. Esos espacios, concebidos como portales inspiradores hacia nuevas aventuras, definieron el romanticismo asociado al tren. Pero con la expansión del automóvil y la aviación, muchas de estas joyas arquitectónicas quedaron en desuso, deterioradas por el paso del tiempo.
Para especialistas en restauración, este renacer es algo más que un rescate patrimonial: es una oportunidad para reimaginar espacios históricos sin destruirlos.
“Es muy emocionante cuando un edificio histórico se reutiliza de forma interesante, porque lo lamentable es demolerlo”, explica Toland Grinnell, presidente y director de operaciones de EverGreene Architectural Arts, firma dedicada a la conservación arquitectónica. “Hay que preservar la mayor parte posible de su tejido histórico e insertar modernidad de manera inteligente para que la gente pueda disfrutar lo mejor de ambos mundos”.
A continuación, conoceremos cuatro estaciones ferroviarias del mundo que, convertidas en hoteles, permiten revivir el esplendor de la edad dorada del tren.
St Pancras London, Autograph Collection – Reino Unido
Con su icónica fachada de ladrillo rojo, St Pancras es uno de los edificios más reconocibles de Londres y un referente global en arquitectura ferroviaria. El hotel adyacente comenzó a recibir huéspedes en 1873, cuando la Midland Rail Company inauguró el fastuoso Midland Grand Hotel, diseñado por Sir George Gilbert Scott.
El lujo, sin embargo, convivía con ciertos inconvenientes prácticos: las 300 habitaciones compartían apenas ocho baños. “Era una obra maestra de ingeniería victoriana, con pisos de hormigón de 46 centímetros de espesor”, detalla Edward White, gerente general. “Pero cuando, unos años después, surgió la idea de los baños privados, no existía maquinaria capaz de perforar esos pisos para instalar cañerías”.

Tras un largo declive, en 2011 culminó una restauración de 200 millones de libras que recuperó áreas públicas, interiores históricos y la fachada emblemática.
Hoy, el hotel celebra su legado con el “Victorian Punch Ritual”, un brindis diario que rememora la época dorada del ferrocarril.
St Louis Union Station Hotel – Misuri, Estados Unidos
Inaugurada en 1894, la Union Station de St Louis llegó a ser una de las terminales más grandes y concurridas del mundo. Su arquitectura románica, con arcadas monumentales y detalles en pan de oro, sigue siendo imponente. Tras su último tren en 1978, el edificio reabrió como hotel en 1985, luego de una renovación de 150 millones de dólares que restauró la piedra original y el histórico restaurante Station Grille.
Hoy es Monumento Histórico Nacional y miembro de Historic Hotels of America. Su Gran Hall, con techos abovedados de 20 metros, mosaicos y un espectáculo de luz 3D cada hora, mantiene viva la majestuosidad del pasado ferroviario.
Tokyo Station Hotel – Japón
La estación de Tokio, con su fachada de ladrillo rojo y sus cúpulas simétricas, es un símbolo de la capital japonesa desde 1914. Concebida como un centro neurálgico del creciente sistema ferroviario nacional, ya contaba desde el inicio con un hotel integrado.

Tras una restauración de seis años y 50.000 millones de yenes, reabrió en 2012 como un establecimiento de 150 habitaciones, miembro de Small Luxury Hotels of the World.
El hotel combina el estilo europeo de principios del siglo XX con la hospitalidad japonesa del omotenashi, y ofrece servicios modernos como el AN SPA y una decena de restaurantes.
Crowne Plaza Indianapolis Downtown Union Station – Estados Unidos
La Union Station de Indianápolis, inaugurada en 1853, fue la primera “estación unión” del país, diseñada para concentrar múltiples líneas ferroviarias en un único punto. Hoy, el Crowne Plaza rinde homenaje a esa historia con 26 vagones Pullman restaurados y convertidos en habitaciones especiales.
Subir los estrechos escalones hacia un vagón azul y dorado conduce a un espacio que evoca el lujo ferroviario: ventanas de tren, accesorios metálicos y la sensación de viajar en el tiempo. Afuera, estatuas que representan a trabajadores ferroviarios de principios del siglo XX completan la ambientación.
Además de sus habitaciones únicas, el hotel ofrece acceso directo a los principales atractivos del centro de Indianápolis, como el Lucas Oil Stadium y el Gainbridge Fieldhouse.