Los anillos de Saturno tienen fecha de caducidad: la NASA explica por qué desaparecen antes de lo que imaginamos

La misión Cassini reveló que los anillos de Saturno están perdiendo masa a un ritmo alarmante. Lejos de ser eternos, podrían desvanecerse en apenas unos cientos de millones de años.

Saturno es considerado la joya de la corona del Sistema Solar.

Durante décadas creímos que los anillos de Saturno eran reliquias del nacimiento del Sistema Solar, tan antiguos como el propio planeta, pero Cassini cambió esa idea por completo al descubrir que son jóvenes y efímeros, con una edad que no supera los 400 millones de años.

La clave radica en el polvo cósmico, pues los anillos, formados casi enteramente por hielo de agua, se van "ensuciando" lentamente de materia procedente de micrometeoritos, lo que revela su edad, mucho menor de lo que los astrónomos imaginaron durante décadas.

Cassini midió además su masa total y descubrió que es sorprendentemente baja, apenas una fracción de la de la luna Mimas. Con tan poca materia y tanta contaminación, los modelos coincidieron en que los anillos son transitorios, una joya celeste que no durará para siempre.

Lo más sorprendente fue comprobar que parte de ese material ya está cayendo sobre Saturno en un fenómeno conocido como “lluvia de anillos”, un flujo constante de partículas y vapor que se precipita hacia la atmósfera del planeta, y que fue detectado por los instrumentos de Cassini durante sus órbitas finales.

Llueven partículas de los anillos sobre el planeta.

Cada media hora, esa lluvia podría llenar una piscina olímpica con agua procedente de los anillos. Si esa tasa se mantiene, Saturno perdería su sistema anular actual en unos 300 millones de años, aunque algunos cálculos más pesimistas reducen esa cifra a menos de 100 millones.

Los motores de la desaparición

¿Por qué ocurre esta pérdida? Se han identificado dos procesos principales:

  1. El Transporte Balístico y
  2. La Carga de Masa.

Ambos son el resultado del incesante bombardeo de micrometeoroides, diminutos proyectiles que golpean el hielo y arrastran consigo parte de los anillos hacia el planeta.

El Transporte Balístico funciona como una especie de cinta cósmica en la que cada impacto lanza fragmentos que transfieren energía hacia el exterior, haciendo que el material restante se desplace lentamente hacia Saturno. Con el tiempo, esa deriva se vuelve irreversible.

La Carga de Masa, por su parte, ocurre cuando los propios micrometeoroides se integran a los anillos, alterando su densidad y empujando las partículas hacia el interior. Ambos mecanismos son tan eficientes que explican las enormes tasas de flujo medidas por el espectrómetro de Cassini.

Según los cálculos, los anillos están perdiendo entre mil y diez mil kilogramos de material por segundo. Es un drenaje constante, invisible a simple vista, pero capaz de borrar lentamente una de las estructuras más majestuosas del Sistema Solar.

Una lluvia ecuatorial silenciosa

Cassini también detectó que la mayor parte del material que cae sobre Saturno se concentra en una franja estrecha cerca del ecuador. Allí, las partículas de agua, silicatos y compuestos orgánicos se precipitan suavemente hacia la atmósfera, alimentando una tenue neblina de origen anular.

En latitudes más altas ocurre otro tipo de lluvia, mucho más débil, donde las partículas cargadas se deslizan a lo largo de las líneas del campo magnético. Pero la verdadera pérdida, la que erosiona los anillos con rapidez, se da en esa región ecuatorial de caída constante.

Enceladus y Pandora ante los anillos de Saturno, iluminados por el Sol. Créditos: NASA/JPL-Caltech/SSI.

Los micrometeoroides responsables de este fenómeno provienen principalmente del cinturón de Edgeworth-Kuiper, una región repleta de hielo y roca más allá de Neptuno. Sus impactos, aunque diminutos, son continuos y actúan como un mecanismo de desgaste que no se detiene jamás.

Con estos datos, los astrónomos calculan que los anillos desaparecerán por completo entre 15 y 400 millones de años. Algunos, como el delgado anillo C, podrían desvanecerse mucho antes, en apenas unos pocos millones de años.

El futuro efímero de un icono

Ver los anillos de Saturno es un privilegio de nuestra época y en la escala del tiempo cósmico, su existencia es fugaz, una belleza transitoria que nuestros descendientes quizá solo conocerán en los registros de Cassini o en los telescopios del pasado.

Las simulaciones indican que los anillos fueron, en su origen, mucho más masivos. Tal vez se formaron cuando una o varias lunas heladas colisionaron o fueron destruidas por el paso de un asteroide, creando un disco brillante de escombros que la gravedad moldeó en su forma actual.

Hoy, ese anillo de hielo y polvo actúa como un reloj de arena celeste en el que cada partícula que cae marca el paso del tiempo en la vida de un gigante gaseoso, recordándonos que incluso las maravillas más duraderas del cosmos están destinadas a desvanecerse.

Cassini nos permitió contemplar ese proceso en marcha, la lenta desaparición de un ícono planetario. Y mientras los anillos siguen derramándose sobre Saturno, nuestra especie los observa, sabiendo que está presenciando un espectáculo que el Universo no repetirá de la misma forma.