6 millones de años en una probeta: científicos analizan uno de los mayores secretos de la Antártida
Un equipo internacional descubrió en la Antártida el hielo más antiguo jamás recuperado, con burbujas de aire de seis millones de años. El hallazgo ofrece nuevas pistas sobre cómo era el clima terrestre antes de la influencia humana.

El hielo no solo detiene ríos, mares o bosques: también puede congelar el tiempo. Al atrapar diminutas burbujas de aire, conserva una muestra exacta de la atmósfera de épocas remotas. Y ahora, científicos han logrado retroceder más que nunca: seis millones de años hacia el pasado.
Lo más notable es que tanto el hielo como el aire atrapado en su interior pudieron fecharse de forma directa, mediante el análisis de isótopos de argón, sin depender de inferencias indirectas.
El doble beneficio —hielo y aire antiguo— permite a los investigadores obtener una valiosa combinación de datos sobre la temperatura, la composición atmosférica y los niveles de gases de efecto invernadero de una era muy distinta a la actual.
Allan Hills, el portal al pasado
El hallazgo fue realizado por un equipo del Center for Oldest Ice Exploration (COLDEX), una colaboración de quince instituciones de Estados Unidos coordinadas por la Oregon State University. La búsqueda tuvo lugar en Allan Hills, una zona de la Antártida Oriental conocida por su peculiar geografía y condiciones extremas.
Allí, los vientos intensos barren la nieve más reciente, mientras el hielo se mueve a un ritmo casi detenido. Esa combinación, junto con la topografía local, hace que afloren capas antiguas cerca de la superficie, a tan solo 100 o 200 metros de profundidad, un hecho excepcional para los estándares antárticos.
El equipo, encabezado por la científica Sarah Shackleton, perforó el terreno y analizó las muestras obtenidas. Mediante el estudio de isótopos de argón, determinaron la antigüedad del aire atrapado en el hielo, y con isótopos de oxígeno, reconstruyeron las temperaturas de aquel remoto pasado.
Aire de otro mundo
El estudio, publicado en la revista PNAS, confirmó que el hielo contiene el aire más antiguo jamás medido directamente. Según los resultados, la región experimentó un enfriamiento gradual de alrededor de 12 grados Celsius a lo largo de esos seis millones de años.

Si bien las muestras no representan un registro continuo —no hay una capa ininterrumpida de hielo que cubra todo ese período—, cada fragmento funciona como una “instantánea climática”. Juntas, estas piezas permiten reconstruir una biblioteca del clima antiguo, el doble de extensa que cualquier registro previo.
“Los núcleos de hielo son como máquinas del tiempo que nos permiten ver cómo era nuestro planeta en el pasado”, explicó Shackleton. “Esperábamos encontrar hielo de tres millones de años, pero este resultado ha superado todas nuestras expectativas”.
Por qué importa mirar seis millones de años atrás
Comprender cómo era la Tierra cuando no existía la influencia humana sobre el clima es esencial para calibrar los modelos que hoy se usan para predecir el futuro. En una época en la que el calentamiento global avanza rápidamente, conocer cómo reaccionó el planeta ante antiguos períodos cálidos ofrece un punto de comparación invaluable.
El hallazgo también cuestiona la idea de que la Antártida fue siempre un continente congelado. Hace millones de años, esta región pudo haber tenido temperaturas mucho más templadas y una capa de hielo menos extensa. Esto tiene implicaciones directas para entender la pérdida de hielo, la variación del nivel del mar y las dinámicas climáticas globales.
Un testigo silencioso de lo que fuimos y de lo que podemos ser
El hielo de seis millones de años no es solo un récord científico. Es una ventana hacia un mundo distinto, más cálido y menos cubierto de hielo, que guarda lecciones sobre la resiliencia y la vulnerabilidad del sistema climático terrestre.
COLDEX planea continuar con perforaciones más profundas entre 2026 y 2031, con el objetivo de construir un registro continuo que abarque todo ese período. Si logran completarlo, el planeta contará con una guía más precisa para entender cómo responde ante los cambios extremos —y cómo podríamos actuar frente a los que nosotros mismos estamos provocando.
Referencia de la noticia
S. Shackleton et al. Miocene and Pliocene ice and air from the Allan Hills blue ice area, East Antarctica, Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 122 (44) e2502681122, https://doi.org/10.1073/pnas.2502681122 (2025).