El Niño extremo de 1877 causó sequías, olas de calor y hambrunas que acabaron con un 4 % de la población mundial

Un evento El Niño histórico en 1877 desencadenó sequías, olas de calor y hambrunas que provocaron la muerte de decenas de millones de personas en todo el mundo, con efectos devastadores en la agricultura y la sociedad.

Hambruna 1876-1878
La Gran Hambruna de 1876-1878 en la India, agravada por la sequía y las políticas británicas, causó una cifra de muertes estimada entre 6 y 10 millones de personas solo en ese país, por entonces bajo el dominio británico.

Hace unos 150 años, nuestro planeta vivió uno de los episodios climáticos más extremos jamás registrados. El fenómeno natural conocido como El Niño, una oscilación en las temperaturas del océano Pacífico que influye en el clima global, alcanzó una intensidad fuera de serie alrededor de 1877–1878. Este evento desató sequías prolongadas, olas de calor implacables y graves fallas en las cosechas, generando lo que muchos científicos consideran una de las peores crisis climáticas humanas de la historia.

El impacto fue tan profundo que se estima que murieron decenas de millones de personas en todo el mundo -entre 30 y 60 millones-, lo que supone entre el 3 y el 4 % de la población global de entonces. Además de las muertes directas por inanición, las sociedades sufrieron colapsos económicos, perturbaciones sociales y profundas desigualdades que marcaron el inicio de transformaciones geopolíticas importantes.

El Niño de 1877: el clima que no perdonó

El Niño es una parte natural de la variabilidad climática de la Tierra: cuando las aguas superficiales del océano Pacífico ecuatorial se calientan más de lo habitual, cambian los patrones de viento, lluvia y temperatura a escala global. Bajo condiciones normales, los vientos transportan aguas cálidas hacia el oeste, pero durante El Niño este transporte se debilita, permitiendo que el agua caliente se acumule en el este y desencadene efectos en todo el planeta.

Serie temporal ENS ONI
Serie temporal Oceanic Niño Index (1850 - 2023). Se destaca el de 1876 como El Niño más intenso en los registros.

El evento que alcanzó su auge en 1877 fue extraordinariamente fuerte. Investigaciones climáticas indican que produjo sequías simultáneas en regiones tan diversas como India, China, partes de África y Brasil, durante varios años consecutivos, un fenómeno llamado La Gran Sequía. La falta de lluvia provocó la pérdida de cosechas en múltiples continentes al mismo tiempo, desencadenando hambrunas generalizadas y crisis sociales.

El Niño de 1877 produjo sequías simultáneas en regiones tan diversas como India, China, partes de África y Brasil, durante varios años

En China, por ejemplo, la sequía contribuyó a una de las hambrunas más letales de la historia, con millones de muertos en varias provincias debido a la combinación de sequía, escasez de alimentos y enfermedades emergentes.

¿Por qué hoy no sufrimos pérdidas similares?

Aunque hemos tenido eventos de El Niño fuerte desde que comenzaron los registros instrumentales —como los de 1982–1983 y 2015–2016—, ninguno ha causado una mortandad comparable a la de 1877. La principal razón es que hoy contamos con sistemas de alerta temprana, redes de ayuda internacional y tecnologías agrícolas que ayudan a anticipar sequías y movilizar recursos. Además, los gobiernos y organizaciones civiles pueden distribuir alimentos y proveer asistencia antes de que las poblaciones lleguen al punto de crisis extrema.

Anomalias de precipitación
Anomalías de precipitación en 1876: la sequía no fue solo brutal por su intensidad, sino también por su extensión global y su duración.

A pesar de esto, el cambio climático está alterando el trasfondo en el que se desarrollan estos eventos. Con el calentamiento global, las temperaturas oceánicas y atmosféricas están subiendo, lo que puede intensificar tanto la frecuencia como la magnitud de los eventos extremos asociados con El Niño.

Con el calentamiento global antropogénico, tanto la frecuencia como la magnitud de los eventos extremos asociados con El Niño se pueden intensificar.

Algunos estudios sugieren que para mediados de este siglo, uno de cada dos eventos de El Niño podría clasificarse como “extremo”, con impactos más severos sobre sequías, inundaciones y olas de calor si las emisiones de gases de efecto invernadero no se reducen significativamente.

Perspectivas futuras en un mundo más cálido

Si la temperatura global supera en 2 °C los niveles preindustriales, como proyectan muchos modelos climáticos bajo escenarios de continuar las altas emisiones, El Niño podría interactuar con un planeta ya más cálido para producir condiciones aún más extremas. Esto podría significar períodos secos más intensos en algunas regiones, aumentos de inundaciones en otras y eventos combinados de calor y sequía que desafíen la capacidad de adaptación de las sociedades.

Flagelados da Grande Seca
Afectados por la "Grande Seca do Império" fotografiados en un estudio de Fortaleza (fotos: J. A. Correa/Acervo Biblioteca Nacional). La llamada Grande Seca provocó 500 000 muertes, tanto por sed y hambre como por enfermedades. La cifra representa el 5 % de la población del Imperio del Brasil.

En un mundo así, la preparación será clave: mejorar sistemas de monitoreo climático, fortalecer redes de seguridad alimentaria y reducir la vulnerabilidad de poblaciones expuestas a condiciones meteorológicas extremas puede marcar la diferencia entre una crisis y una catástrofe humana.

Hambruna China
Este grabado ilustra la desesperación ante la gran hambruna de 1877 en China: una madre ofrece a sus hijos en venta para poder comprar pan.

El evento El Niño de 1877 fue una lección brutal de cuánto puede afectar el clima a la humanidad cuando los sistemas naturales se desbalancean severamente. Aunque hoy estamos mejor equipados para afrontar eventos climáticos extremos, el calentamiento global plantea nuevos desafíos que exigen acciones urgentes para evitar que tragedias similares —o peores— puedan repetirse en este siglo.

Referencia de la Noticia

Singh, D., R. Seager, B. I. Cook, M. Cane, M. Ting, E. Cook, and M. Davis (2018): Climate and the Global Famine of 1876–78. J. Climate, 31, 9445–9467, https://doi.org/10.1175/JCLI-D-18-0159.1.