¿Sabías que en el corazón del Sahara hay frondosos bosques escondidos entre cañones y relieves rocosos?

En el desierto más grande e inhóspito de nuestro planeta se encuentran ecosistemas sorprendentes, conocidos sólo por las poblaciones nómadas locales, comparables a los de los bosques tropicales.

Sahara, palma.
Hace 10.000 años, el Sahara era verde: ríos, lagos y fauna abundante, como muestran las pinturas de Tassili n’Ajjer.

Cuando pensamos en el Sahara, a menudo pensamos erróneamente en una vasta extensión de arena y roca. Sin embargo, dentro de este desierto se encuentran ecosistemas sorprendentes, conocidos por las poblaciones nómadas locales.

Entre ellos se encuentran oasis y auténticos bosques ocultos en cañones, auténticos refugios de biodiversidad que desafían las condiciones extremas del desierto. Estos lugares, a menudo alimentados por antiguos sistemas hídricos y microclimas únicos, albergan flora y fauna adaptadas para sobrevivir en un entorno aparentemente inhóspito.

El legado geológico del Sahara

El Sahara no siempre fue un desierto. Hace unos 10.000 años, durante el período húmedo postglacial, la región estaba surcada por ríos, lagos y frondosos bosques, como lo demuestran las pinturas rupestres de Tassili n'Ajjer, en Argelia, que representan elefantes, jirafas e hipopótamos.

Con la desecación que comenzó alrededor del año 4000 a. C., gran parte del agua superficial se secó, pero parte quedó atrapada bajo tierra, formando vastos acuíferos fósiles como el Sistema Acuífero de Nubia o el Acuífero del Norte del Sahara.

Los cañones, excavados por antiguos ríos prehistóricos (uadis), son hoy un lugar privilegiado para la formación de oasis y microbosques. Los uadis, como los de Dades, Draa y Ziz en Marruecos o el uadi Hadramaut en Yemen, son cauces secos que ocasionalmente se llenan de agua durante las escasas lluvias. Sin embargo, muchos de ellos albergan flujos subterráneos (infrosirs) que alimentan los acuíferos superficiales.

A lo largo de estos cañones se desarrollan continuamente pueblos y palmerales, creando sistemas ecológicos que pueden extenderse por decenas de kilómetros, como un sinuoso oasis que sigue el camino del antiguo río.

Los oasis no son formaciones naturales espontáneas, sino ecosistemas antropogénicos, resultado de milenios de trabajo humano. Las comunidades saharianas han desarrollado sofisticadas técnicas de captación de agua, como túneles de drenaje, que canalizan el agua desde los acuíferos hasta los palmerales.

Oasis del Sahara.
A lo largo de estos cañones se desarrollan continuamente pueblos y palmerales, creando sistemas ecológicos que pueden extenderse por decenas de kilómetros, como un sinuoso oasis que sigue el camino del antiguo río.

Estos sistemas también aprovechan la condensación nocturna, un fenómeno crucial en ambientes desérticos donde la diferencia de temperatura entre el día y la noche permite que la humedad se asiente en el suelo y en los túneles.

¿Cómo pueden surgir estos bosques en el corazón del Sahara?

A pesar del duro clima, estos entornos han creado condiciones ideales para el desarrollo de estos ecosistemas. En cañones como el Gorgo de Dades en Marruecos, las paredes rocosas ofrecen protección contra la luz solar directa durante gran parte del día.

Las palmeras datileras, que forman la capa superior de los oasis, crean un denso dosel que reduce la radiación solar, reduciendo la temperatura del suelo varios grados. Bajo las palmeras, árboles frutales como olivos, higueras y albaricoqueros prosperan en un ambiente más fresco.

Palmeras datileras.
Estas condiciones permiten el crecimiento de vegetación en capas, como palmeras datileras en la parte superior, árboles frutales en el nivel medio y verduras y cereales más abajo, cerca del suelo.

Además, los acuíferos superficiales locales, alimentados por los flujos subterráneos de los uadis, mantienen un nivel constante de humedad en el suelo. En algunos oasis, como Siwa en Egipto, el agua emerge de forma natural, creando pequeños lagos y charcos que aumentan la humedad local.

Estas condiciones permiten el crecimiento de vegetación estratificada, como palmeras datileras en la parte superior, árboles frutales en la parte media y hortalizas y cereales más abajo, cerca del suelo. En los bosques ocultos de los cañones, vestigios de vegetación mediterránea, como el ciprés de Tassili y la adelfa, sobreviven gracias a la mayor humedad y a la protección de los vientos secos del desierto.