Japón lanza una simulación con IA de la erupción del Monte Fuji: así afectaría a 20 millones de personas en Tokio

Una animación difundida por las autoridades japoneses proyecta cómo la ceniza podría cubrir calles, edificios y vehículos, y reabre el debate sobre cómo comunicar riesgos sin generar pánico.

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El Monte Fuji, un volcán activo, es monitoreado constantemente por científicos debido a su historia de erupciones y riesgo para la capital.

Esta semana, el Gobierno Metropolitano de Tokio publicó un video generado con inteligencia artificial que recrea una erupción del Monte Fuji y la llegada de ceniza a la capital.

La pieza fue difundida por la División de Prevención de Desastres y muestra a una mujer que recibe una alerta en su teléfono móvil. En pocos minutos, el cielo se va oscureciendo a medida que avanza una nube de cenizas, que empieza a complicar el transporte, la energía y el abastecimiento.

El video usa imágenes generadas por IA para representar una columna eruptiva en el Fuji y la posterior caída de ceniza hacia el este. En el peor caso, los modelos estiman que la ceniza podría cubrir el centro de Tokio en sólo dos horas, con impactos inmediatos sobre la salud, la energía, el transporte y el abastecimiento general. Es material pensado para la comunicación pública actual: breve, visual y fácil de compartir.

El montaje se lanzó para el Día de la Prevención de Desastres Volcánicos, que Japón celebra cada 26 de agosto. La idea no era sembrar pánico, aclararon las autoridades, sino ayudar a que los 20 millones de habitantes del área metropolitana sepan qué hacer si el volcán despierta. “No hay señales de una erupción inminente”, subrayan.

La IA para responder un viejo problema de la comunicación del riesgo

Uno de los aspectos más llamativos de esta experiencia es cómo la inteligencia artificial se usó como herramienta de comunicación de riesgos. Las imágenes generadas permiten traducir un peligro abstracto -como la caída masiva de ceniza- en escenas que la gente puede visualizar en su propia rutina: calles cubiertas, techos colapsados, transporte detenido.

Ese impacto visual facilita que la idea de “prepararse” deje de ser un concepto vago y se transforme en una plan de acción concreto, que incluye desde almacenar agua y linternas hasta contar con mascarillas para la ceniza o diseñar un plan familiar.

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La última gran erupción del Fuji, la de Hōei en 1707, cubrió Edo (hoy Tokio) de ceniza y dejó lecciones históricas para la gestión del riesgo.

Sin embargo, no todo es positivo. La apuesta por usar inteligencia artificial para comunicar un riesgo tiene sus ventajas: impacta, emociona y motiva a prepararse. Al mismo tiempo, abre un debate inevitable: ¿dónde está el límite entre educar y asustar?

Voces del sector turístico y expertos en gestión de emergencias advierten que un tono demasiado apocalíptico puede generar confusión, miedo, o incluso perjudicar la economía local, si se interpreta como una alerta real.

Por eso, las autoridades de Tokio insisten en remarcar que se trata de un ejercicio de concientización y no de un aviso de emergencia en curso. El equilibrio entre informar sin alarmar se vuelve, en este punto, tan delicado como necesario.

Un emblema de la ciudad y una amenaza latente

La historia del Fuji no puede desligarse de la de Japón. Su formación comenzó hace unos 100 mil años, producto de la actividad en el “Anillo de Fuego del Pacífico”. Varias erupciones modelaron su silueta actual, considerada casi perfecta.

La más recordada es la del año 1707, conocida como la erupción de Hoei. Durante semanas, enormes cantidades de ceniza cubrieron Edo, la antigua Tokio. Aunque no hubo ríos de lava, el desastre alteró cosechas, obligó a evacuar pueblos y marcó la memoria colectiva.

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El Monte Fuji se eleva majestuoso a unos 100 kilómetros al oeste de Tokio, dominando el horizonte de la capital japonesa.

Desde entonces, el volcán no volvió a entrar en erupción, lo que aumenta la inquietud: los periodos de calma no significan extinción, sino que la energía se acumula bajo tierra.

En este contexto, los simulacros y visualizaciones digitales cumplen la función de ensayar lo peor para estar mejor preparados. Estudios recientes sostienen que los materiales que muestran, y no solo explican, logran una mayor recordación y predisposición a la acción.

En Japón, un país acostumbrado a convivir con terremotos y volcanes, la clave es transmitir la gravedad del riesgo sin perder de vista que hoy no existen señales de erupción inminente. Prepararse, en definitiva, significa reducir el impacto futuro: desde tener filtros para la ceniza hasta planificar cómo desplazarse o guardar un stock básico en el hogar.