Hubble, Webb y los telescopios que revelan los secretos más profundos del Universo

Desde los pioneros del espacio hasta los colosos terrestres más recientes, los telescopios modernos han revolucionado nuestra visión del cosmos, revelando galaxias primitivas, mundos lejanos y los orígenes del Universo.

Telescopio Espacial Hubble.

El telescopio espacial Hubble, lanzado en 1990, fue el primero en observar sin interferencias atmosféricas. Su imagen Hubble Deep Field, con miles de galaxias en un diminuto fragmento del cielo, reveló la vastedad cósmica y permitió calcular la edad del universo con asombrosa precisión.

Chandra, operativo desde 1999, abrió una nueva ventana en rayos X, detectando emisiones de supernovas, estrellas de neutrones y agujeros negros supermasivos. Pudimos comprender mejor la estructura de los cúmulos galácticos y la distribución de la materia oscura.

En 2003, el Spitzer Space Telescope extendió la visión al infrarrojo, observando regiones ocultas por polvo cósmico y descubrió sistemas como TRAPPIST-1, con siete planetas rocosos, tres en zona habitable. Sus datos ayudaron a entender la formación estelar y los orígenes de sistemas planetarios similares al nuestro.

El James Webb Space Telescope, activo desde 2021, llevó la observación infrarroja a nuevas fronteras. Con su espejo de 6.5 metros, ha captado galaxias formadas apenas 300 millones de años tras el Big Bang y ha analizado atmósferas de exoplanetas, buscando agua, metano o dióxido de carbono, posibles huellas de vida.

Telescopio Espacial James Webb.

Estos telescopios espaciales actúan como una familia cósmica. Hubble capta el Universo visible, Webb penetra el polvo interestelar, y Chandra observa energías extremas. Juntos ofrecen una visión integral desde el nacimiento de las primeras galaxias hasta los fenómenos más violentos que moldean el cosmos actual.

Buscadores de mundos: Kepler, TESS y más allá

El telescopio Kepler (2009-2018) observó más de 150,000 estrellas y descubrió miles de exoplanetas mediante el método del tránsito, dejándonos como legado saber que los planetas son tan comunes como las estrellas y que muchos de esos mundos son potencialmente habitables.

Su sucesor, el Transiting Exoplanet Survey Satellite (TESS), escanea casi todo el cielo desde 2018, detectando planetas que orbitan estrellas cercanas y brillantes, ideales para estudios posteriores. Ya ha identificado cientos de candidatos prometedores, varios con tamaños y temperaturas similares a los de la Tierra.

Gracias a TESS, Webb y Hubble, la exoplanetología vive su edad dorada, hoy en día podemos analizar atmósferas planetarias, medir su composición química y buscar rastros de agua o carbono, o de algunos otros elementos o compuestos que nos den indicios de restos orgánicos.

Además, estas misiones no sólo buscan planetas, también han detectado supernovas, estrellas variables, asteroides y cometas. Su monitoreo continuo del cielo ha permitido alertar sobre eventos transitorios y fenómenos luminosos efímeros, revelando la dinámica del universo.

Los gigantes desde la Tierra

En la superficie terrestre, el Very Large Telescope (VLT) del ESO domina los cielos del norte de Chile. Sus cuatro telescopios de 8.2 metros, combinados por interferometría, alcanzan una resolución sin precedentes y gracias a su óptica adaptativa, rivaliza en nitidez con los telescopios espaciales, pero desde el suelo.

El VLT ha explorado exoplanetas, nebulosas y galaxias distantes, de hecho su observación del centro galáctico confirmó la existencia de un agujero negro supermasivo desde principios del milenio. También ha ha ayudado a detectar vientos y elementos químicos en atmósferas planetarias.

La ubicación del "Very Large Telescope" (VLT) de ESO en el Observatorio Paranal, ofrece las vistas más espectaculares del cosmos. Crédito: ESO/A. Ghizzi Panizza.

El Extremely Large Telescope (ELT) será el mayor telescopio óptico jamás construido, con un espejo primario de 39 metros y nos permitirá observar directamente planetas tipo Tierra y estudiar la formación de las primeras galaxias. Se piensa que cuando entre en operación, revolucionará la astronomía terrestre como Hubble lo hizo en el espacio.

Otro titán, el Vera C. Rubin Observatory, escaneará el cielo completo cada tres noches. Su vasto campo de visión permitirá detectar asteroides, materia oscura y explosiones estelares con una frecuencia sin precedentes, ofreciendo el mapa temporal más detallado del universo observable desde la Tierra.

Hacia una nueva generación de telescopios

El futuro de la observación astronómica ya está en marcha con el Nancy Grace Roman Space Telescope, sucesor de Hubble, estudia la energía oscura y busca exoplanetas mediante microlentes gravitacionales. Su campo de visión será cien veces mayor que el de Hubble, ideal para explorar estructuras cósmicas a gran escala.

En paralelo, la ESA lanzó Euclid para cartografiar la materia oscura y entender la expansión acelerada del universo, mientras la misión XRISM de JAXA y NASA analiza la composición del gas caliente entre galaxias. Juntas, estas misiones amplían la mirada humana hacia regiones antes invisibles.

Los telescopios ya no operan de forma aislada: colaboran como una red global en la que cada longitud de onda revela una pieza distinta del rompecabezas cósmico, desde los rayos X hasta las microondas. Esta sinergia entre agencias espaciales y observatorios terrestres enriquece nuestra comprensión del universo como un sistema interconectado.

Gracias a estos instrumentos, mirar el cielo se ha vuelto una forma de explorarnos, pues cada imagen, cada espectro, cada dato, nos confirma que investigar el cosmos es, en esencia, explorar nuestra curiosidad y el anhelo profundo de entender de dónde venimos y hacia dónde vamos.