¿Aumentan los alimentos ultraprocesados el riesgo de Parkinson? Harvard responde

Un estudio liderado por Harvard y la Universidad de Fudan asocia el alto consumo de alimentos ultraprocesados con síntomas prodrómicos de Parkinson. El hallazgo abre nuevas alertas sobre la dieta moderna.

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La pérdida del olfato, el estreñimiento y los trastornos del sueño REM pueden anticipar el Parkinson hasta 15 años antes del diagnóstico.

Un nuevo estudio liderado por la Universidad de Harvard y la Universidad de Fudan de China estableció una vinculación directa entre el alto consumo de alimentos ultraprocesados y el desarrollo de síntomas prodrómicos —no motores— de la enfermedad de Parkinson. El trabajo, publicado en la revista Neurology, analizó durante más de 20 años los hábitos alimentarios de más de 42.800 profesionales de la salud de Estados Unidos.

Según los resultados, quienes consumían unas 11 porciones diarias de alimentos ultraprocesados presentaban una probabilidad 2,5 veces mayor de experimentar tres o más de estas señales, en comparación con quienes consumían entre dos y tres porciones al día.

La investigación se centró en una etapa poco estudiada: los síntomas prodrómicos, es decir, las señales neurológicas y fisiológicas que pueden anticipar hasta por 15 años el diagnóstico de la enfermedad. Estas manifestaciones incluyen pérdida del olfato, alteraciones del sueño REM, estreñimiento, dolor corporal, fatiga crónica, cambios en el estado de ánimo y somnolencia diurna.

Un consumo masivo y extendido en la población

Los alimentos ultraprocesados (AUP) representan actualmente más del 50% de las calorías consumidas por el adulto promedio en Estados Unidos. Estos productos —galletitas empaquetadas, bebidas azucaradas, snacks industriales, embutidos, comidas congeladas listas para calentar, cereales saborizados, golosinas— contienen múltiples ingredientes industriales y aditivos que no se encuentran en preparaciones caseras: emulsionantes, conservantes, potenciadores del sabor, colorantes y estabilizantes.

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Parkinson: el estudio halló que quienes consumen 11 porciones diarias de ultraprocesados tienen 2,5 veces más riesgo de desarrollar estos síntomas.

Para el epidemiólogo Alberto Ascherio, profesor de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, el procesamiento de estos alimentos responde más a una lógica comercial que nutricional. “Se trata de fórmulas pensadas para maximizar el atractivo, el sabor y la duración en góndola, no para conservar nutrientes o proteger la salud”, explicó.

Qué síntomas se asociaron con los ultraprocesados

El equipo de investigación evaluó siete características no motoras frecuentes en etapas previas del Parkinson, muchas de ellas invisibles en exámenes neurológicos comunes:

  • Trastornos del sueño REM, donde el paciente representa físicamente lo que sueña
  • Hiposmia, o pérdida del sentido del olfato
  • Estreñimiento intestinal crónico
  • Somnolencia diurna
  • Dolor corporal generalizado
  • Dificultad para distinguir colores
  • Síntomas depresivos

Estos síntomas por separado pueden pasar desapercibidos, pero la combinación de tres o más es una señal de alerta crítica. Según investigaciones previas del mismo grupo, esa combinación multiplica por 23 el riesgo de desarrollar Parkinson clínico.

Por qué estudiar los síntomas y no el diagnóstico final

Ascherio, en diálogo con la revista de Harvard, detallo que el Parkinson no empieza cuando se diagnostica; sabemos que la enfermedad se desarrolla silenciosamente durante más de una década, por eso centrarnos en personas ya diagnosticadas es llegar demasiado tarde”. Este estudio apuntó a entender qué factores —especialmente los modificables— influyen en ese largo período preclínico.

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Los alimentos ultraprocesados representan más del 50% de la dieta diaria en adultos de EE.UU. y podrían afectar la salud neurológica.

Evaluar los síntomas no motores permite, según los autores, anticipar intervenciones preventivas. Y en esa dirección, la alimentación se presenta como uno de los factores más transformables desde el estilo de vida individual y las políticas públicas.

Causalidad, correlación y dudas aún no resueltas

A pesar del hallazgo, el estudio no puede afirmar causalidad directa. Siempre existe la posibilidad de una causalidad inversa —por ejemplo, que alguien cambie su dieta debido a síntomas tempranos como el estreñimiento—, pero para evitarlo analizamos datos de dieta desde 1986 y síntomas en 2012.

El estudio ajustó los datos por múltiples variables (edad, tabaquismo, actividad física, enfermedades previas), pero aún no se ha identificado un compuesto químico específico que cause el daño neurológico.

Otro posible escenario es que el alto consumo de ultraprocesados desplace nutrientes protectores: fibra, flavonoides, antioxidantes y grasas saludables. Según los investigadores, "podría ser que estos alimentos no contengan algo tóxico, sino que nos priven de lo que sí protege”.

Cuál es el mecanismo posible detrás de los ultraprocesados

La ciencia aún no tiene una respuesta definitiva, pero existen sospechas fundadas. Por ejemplo, los pesticidas y herbicidas ya han demostrado vínculos con el Parkinson, pero el problema es que los seres humanos están expuestos a combinaciones complejas de sustancias, no a compuestos aislados.

Con los ultraprocesados ocurre lo mismo. La hipótesis incluye desde el efecto de saborizantes artificiales y grasas industriales, hasta la disrupción del microbioma intestinal por falta de fibra. Incluso algunos estudios recientes exploran la relación entre aditivos y neuroinflamación.

¿Qué hacer con esta información?

“¿Reducir el consumo de ultraprocesados previene el Parkinson? No lo sabemos con certeza. Pero a la luz de la evidencia acumulada, es una estrategia sin contraindicaciones y con múltiples beneficios”, enfatizó Ascherio. Actualmente, la actividad física regular sigue siendo el factor protector más sólido contra esta y otras enfermedades neurodegenerativas.

Además de este posible vínculo con el Parkinson, numerosos estudios ya han vinculado los AUP con: obesidad y diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, trastornos metabólicos y declive cognitivo o demencia.

Este estudio, financiado por el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos (NIH) y el Departamento de Defensa de EE.UU., ofrece evidencia contundente para orientar políticas públicas. Limitar estos productos y promover una dieta basada en alimentos frescos como frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables no solo mejora la calidad de vida, sino que también podría reducir el riesgo de enfermedades silenciosas y progresivas como el Parkinson.