La creciente carrera espacial amenaza el cielo: cómo los cohetes podrían retrasar la recuperación de la capa de ozono

El crecimiento acelerado de la industria espacial preocupa a la comunidad científica por su impacto en la capa de ozono, aún en recuperación tras décadas de daño.

misiones espaciales Capa de Ozono
Hubo 97 lanzamientos orbitales registrados en 2019 y 258 en 2024. La tendencia es clara.

En los últimos años, la industria espacial ha vivido una revolución: el cielo nocturno se ha poblado de miles de satélites en órbita baja como parte de constelaciones que crecen a un ritmo acelerado. Empresas privadas y agencias estatales compiten por ocupar el espacio con nuevas tecnologías de comunicación, navegación y observación. Sin embargo, este entusiasmo por el espacio exterior trae consigo efectos colaterales preocupantes aquí en la Tierra, en particular sobre la capa de ozono.

Aunque la investigación sobre los impactos de los cohetes en la atmósfera comenzó hace más de tres décadas, durante mucho tiempo estos efectos fueron considerados menores. Pero esa percepción está cambiando.

Con 97 lanzamientos orbitales registrados en 2019 y 258 en 2024, la tendencia es clara: la cantidad de cohetes que atraviesan la atmósfera va en aumento, y con ellos, las emisiones contaminantes que llegan a las capas altas de la atmósfera.

Uno de los investigadores que estudia este fenómeno es Sandro Vattioni, físico atmosférico y postdoctorado en el grupo de Física Atmosférica de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH Zúrich), quien ha trabajado junto a un equipo internacional para analizar el impacto de esta creciente actividad en el equilibrio químico del planeta.

Contaminación persistente en las alturas

A diferencia de las emisiones terrestres, los contaminantes que liberan los cohetes —y los residuos de satélites que reingresan— permanecen mucho más tiempo en la atmósfera media y alta, donde no existen mecanismos naturales de limpieza como la lluvia o las nubes. Aunque la mayoría de los lanzamientos se producen en el hemisferio norte, las corrientes atmosféricas distribuyen los contaminantes por todo el planeta.

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A diferencia de las emisiones terrestres, los contaminantes que liberan los cohetes permanecen mucho más tiempo en la atmósfera media y alta, donde no existen mecanismos naturales de limpieza como la lluvia o las nubes,

Con un equipo liderado por Laura Revell, de la Universidad de Canterbury, Vattioni utilizó un modelo climático químico desarrollado en la ETH Zúrich y el Observatorio Meteorológico de Davos (PMOD/WRC) para estimar cómo afectarán las emisiones proyectadas de cohetes a la capa de ozono hacia 2030.

En un escenario de crecimiento sostenido —con 2040 lanzamientos anuales en 2030, unas ocho veces más que en 2024— los resultados muestran una disminución del espesor medio global del ozono de un 0,3 %, y reducciones estacionales de hasta un 4 % en la Antártida, una región donde el agujero de ozono sigue formándose cada primavera.

Un freno a la recuperación

Aunque estos porcentajes pueden parecer pequeños, no deben subestimarse. La capa de ozono aún se encuentra en proceso de recuperación tras décadas de destrucción provocada por los clorofluorocarbonos (CFC), prohibidos desde 1989 por el Protocolo de Montreal.

Hoy, el espesor promedio global sigue siendo un 2 % menor que en la era preindustrial, y no se espera una recuperación total antes de 2066. Las emisiones de cohetes —actualmente no reguladas— podrían retrasar significativamente esa recuperación, advierte Vattioni.

El tipo de combustible importa

Los principales responsables del daño a la capa de ozono son el cloro gaseoso y las partículas de hollín emitidas durante los lanzamientos. El cloro destruye moléculas de ozono mediante reacciones catalíticas, mientras que el hollín calienta la atmósfera media, acelerando procesos químicos perjudiciales.

Los combustibles sólidos —comunes en muchos lanzamientos— son los mayores emisores de cloro. En cambio, los combustibles criogénicos como el oxígeno líquido y el hidrógeno tienen un impacto insignificante en la capa de ozono. Sin embargo, su complejidad técnica hace que solo el 6% de los lanzamientos actuales los utilicen.

Reingresos: una amenaza poco estudiada

El estudio encabezado por Vattioni se centró en las emisiones durante el ascenso de los cohetes, pero el reingreso de satélites y etapas superiores también representa una fuente significativa de contaminación. Cuando estos objetos se desintegran al volver a la atmósfera, liberan óxidos de nitrógeno y partículas metálicas que pueden contribuir a la destrucción del ozono y a la formación de nubes estratosféricas polares.

Estos efectos aún no se incluyen en la mayoría de los modelos climáticos, lo que sugiere que el impacto total de la industria espacial podría estar subestimado.

Una industria espacial compatible con el medioambiente

A pesar del panorama preocupante, Vattioni sostiene que una industria espacial sostenible es posible. Para ello, es necesario limitar el uso de combustibles que emiten cloro y hollín, fomentar tecnologías limpias, monitorear las emisiones y establecer regulaciones a nivel global.

El éxito del Protocolo de Montreal demostró que la cooperación internacional puede enfrentar amenazas ambientales planetarias. Hoy, en plena expansión de la actividad espacial, se requiere esa misma voluntad para proteger nuestro escudo contra la radiación ultravioleta: la capa de ozono.