¿Es “astronauta” quien paga para volar al espacio? Los expertos debaten el tema
¿Quién tiene derecho a llamarse astronauta? Los viajes espaciales privados están en auge en los últimos años y han reavivado el debate sobre el uso de este prestigioso título.

La nave New Shepard de Blue Origin, empresa propiedad de Jeff Bezos, ha vuelto a escribir un capítulo curioso en la historia del turismo espacial. Su misión número 31, que despegó desde el oeste de Texas, no sólo fue técnicamente exitosa, también ha marcado un hito al llevar a bordo a una tripulación exclusivamente femenina. Entre ellas, nombres tan reconocidos como la cantante Katy Perry, la periodista Gayle King y otras figuras públicas que representaban distintas causas sociales y culturales.
Sin embargo, más allá del logro simbólico, la polémica no tardó en llegar. ¿Deberían estas pasajeras ser llamadas “astronautas”? Una simple palabra encendió una discusión que ya venía latente desde los primeros vuelos suborbitales de celebridades en 2021, cuando Richard Branson y Jeff Bezos comenzaron a democratizar, al menos financieramente, el acceso al espacio.
¿Dónde empieza el espacio? Ni la ciencia se pone de acuerdo
Hablar de límites en el espacio exterior puede sonar contradictorio, pero es justo ese concepto el que ha generado confusión. Durante décadas, la línea de Kármán, ubicada a unos 100 km sobre el nivel del mar, ha sido el referente “internacionalmente reconocido” para definir el inicio del espacio. Fue propuesta por el científico Theodore von Kármán con la intención de distinguir entre vuelos atmosféricos y espaciales.
New footage of the all-female Blue Origin trip to space, including Katy Perry and Gayle King.
— Pop Base (@PopBase) April 14, 2025
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No obstante, no existe un consenso unánime. Algunos expertos sitúan el comienzo del espacio un poco más abajo, a los 80 km, lo que coincide con la política de la Fuerza Aérea de EE.UU. para otorgar alas de astronauta. Otros, sobre todo en campos como la física espacial, van mucho más allá: hablan de 57.000 km, cuando se cruzan límites como la plasmapausa o plasmafera.
Esto deja claro que la frontera del espacio no es una línea pintada en el cielo. Es una convención técnica, a veces arbitraria, que varía según quién la use y para qué. En este panorama confuso, los viajes de Blue Origin, que superan los 100 km, intentan posicionarse como más “legítimos” que los de Virgin Galactic, que apenas rebasan los 85 km.
¿Astronautas o simplemente turistas espaciales?
El debate actual gira en torno a qué significa realmente ser astronauta. Para algunos, basta con haber cruzado la altitud mínima que define el espacio. Para otros, se requiere formación, funciones específicas dentro del vuelo y algún tipo de contribución técnica o científica.
katy perrysinger, songwriter, performer, mother, philantropist, businesswoman, judge, and ASTRONAUT pic.twitter.com/lZm5ilaqiI
— sevi (@yooriwitness) April 14, 2025
La FAA (Administración Federal de Aviación de EE. UU.) tiene criterios más estrictos: exige participación activa en la seguridad del vuelo y cumplimiento de tareas esenciales durante la misión. En este sentido, los vuelos turísticos, donde los pasajeros son más bien espectadores, quedarían fuera del título oficial.
Este punto fue justamente el que usó Sean Duffy, exfuncionario del gobierno de Trump, para descalificar la etiqueta de “astronauta” que se aplicó a figuras como Katy Perry y Gayle King. Según él, “comprar un billete” no basta para merecer ese rango.
Pero aquí aparece la contradicción: si un actor como William Shatner puede volar y ser celebrado como pionero, ¿por qué la crítica es más dura cuando se trata de mujeres?
El papel de las celebridades y la visibilidad mediática
Uno de los aspectos más discutidos tras el vuelo de New Shepard fue el perfil de sus tripulantes. Todas eran mujeres destacadas en sus ámbitos, pero ninguna tenía formación técnica aeroespacial. Esto generó ruido en redes sociales, donde algunos usuarios señalaron que su presencia restaba seriedad a la misión.
Gayle King responds to critics of this weeks all-female Blue Origin space launch. pic.twitter.com/C7hkkpDapJ
— Pop Crave (@PopCrave) April 15, 2025
Sin embargo, el simbolismo detrás de este vuelo va más allá de los títulos. La misión fue diseñada como una forma de visibilizar a mujeres influyentes que usan su voz para inspirar a nuevas generaciones. Y eso quedó reflejado incluso en los símbolos del parche oficial del vuelo, desde micrófonos hasta estrellas fugaces.
Es evidente que, más que un experimento científico, fue una misión cargada de mensajes sociales. Pero eso no la invalida como experiencia espacial. A fin de cuentas, si se cumplen las condiciones físicas del vuelo, ¿no es también válido valorar el impacto cultural?
¿Qué viene después? El turismo espacial no tiene marcha atrás
Mientras Blue Origin celebra su récord de haber llevado a casi 60 personas al espacio, el futuro del turismo espacial se sigue escribiendo en cada vuelo. La posibilidad de que más civiles accedan al espacio es, en sí misma, una transformación profunda de la industria aeroespacial.
In other news, @katyperry went to space and returned right away.
— Pop Hub (@PopHubOfficial) April 14, 2025
"The Blue Origin Space Mission" had a budget of 167M dollars for a 10 minutes flight and zero scientific purposes. pic.twitter.com/jS08OxoQNZ
El problema es que, por ahora, la mayoría de esos viajeros pertenecen a una élite adinerada o con gran visibilidad mediática. El acceso sigue siendo limitado y altamente exclusivo. Las experiencias en microgravedad son breves, de tres a cuatro minutos, y poco útiles para investigaciones científicas reales.
Aun así, algunas voces sugieren que permitir experimentos durante los vuelos podría abrir nuevas oportunidades. Equipar estas misiones con herramientas para estudios en biología, física o medicina sería un paso hacia convertir a estos “pasajeros” en algo más parecido a astronautas funcionales.