Qué es el "robo de viento", el fenómeno que podría desatar nuevos conflictos internacionales por la energía limpia
La carrera por instalar más turbinas eólicas trae consigo una nueva disputa. A medida que los parques eólicos crecen en tamaño y cantidad, algunos terminan afectando el rendimiento de otros. ¿Cómo se gestiona un recurso que no es de nadie y es de todos?

En medio del mar, donde cada vez hay más turbinas eólicas para producir energía limpia, un fenómeno amenaza con convertirse en un obstáculo para la transición energética. Lo llaman “robo de viento” y ocurre cuando un parque eólico reduce la velocidad del viento que llega a los parques vecinos, simplemente por estar ubicado más arriba en la dirección del viento dominante.
Como resultado, el parque afectado genera menos energía de la esperada. En algunos casos, hasta un 10 % menos. En un sistema energético cada vez más dependiente de las energías renovables y cada vez más poblado de enormes parques eólicos offshore, ese porcentaje no es menor.
“El viento es más lento detrás de cada turbina que delante de ella, y también detrás del parque eólico en su conjunto”, explicó a la BBC Peter Baas, investigador de la empresa holandesa Whiffle, especializada en modelado atmosférico y energías limpias.

A este fenómeno se lo conoce como efecto estela, y bajo ciertas condiciones puede extenderse por más de 100 kilómetros.
Esto genera un nuevo dilema para el futuro verde: mientras los países se apresuran a construir más turbinas para alcanzar sus objetivos de cero emisiones netas, los parques se empiezan a amontonar y las estelas se superponen. Así, lo que parecía una carrera limpia por las energías renovables empieza a complicarse.
La importancia de la planificación frente a los conflictos futuros
El investigador Pablo Ouro, de la Universidad de Manchester, lidera un proyecto en Reino Unido que busca entender con mayor precisión el impacto de estas estelas. “Llevamos años viendo este fenómeno, pero ahora es más urgente porque estamos duplicando o triplicando la cantidad de turbinas en muy poco tiempo. Y muchas de ellas están demasiado cerca unas de otras”, explicó a la BBC.
El proyecto pretende anticipar escenarios para 2030, cuando se espera que las aguas británicas alberguen miles de turbinas más. El desafío es técnico y político: ¿cómo se gestiona un recurso que atraviesa fronteras y que, aunque es intangible, tiene un enorme valor económico?

“El término robo de viento es algo engañoso, porque nadie es dueño del viento. Pero eso no significa que el problema no sea real. De hecho, ya hay disputas legales entre desarrolladores eólicos por este motivo”, dijo al medio británico Eirik Finserås, abogado noruego especializado en energía eólica marina.
El Mar del Norte, el Báltico y otras zonas con fuerte potencial eólico se están volviendo territorios cada vez más congestionados. Y aunque por ahora las discusiones son dentro de cada país, expertos como Ouro y Finserås advierten que pronto podrían surgir conflictos transfronterizos. “¿Qué pasa si un parque en Reino Unido afecta a uno en Holanda? No hay aún reglas claras para resolver eso”, dijo Ouro.
El problema se agrava por el tamaño creciente de las turbinas. Algunas ya tienen aspas de más de 100 metros y abastecen a 20 mil hogares cada una. Pero su mayor envergadura también genera estelas más grandes. Así, cuanto más eficientes son las turbinas, más grande es la estela que proyectan sobre sus vecinas.

Desde China hasta Europa, los gobiernos están tomando nota. Pero aún falta consenso sobre cómo regular este recurso compartido. Finserås propone que se lo trate como otros bienes comunes del mar, como la pesca o el petróleo. “No es la primera vez que los países tienen que gestionar recursos compartidos. Ya lo hemos hecho antes. Podemos hacerlo otra vez”, sostuvo.
En un contexto donde urge descarbonizar y acelerar la transición energética, este fenómeno, todavía incipiente, viene a advertir que incluso las soluciones más limpias necesitan planificación inteligente.